viernes, 14 de noviembre de 2008

El 'Principito' Bielsa y el mas allá


El amistoso que Chile disputará con la selección española a mediados de este mes, servirá como una prueba contundente del actual momento de la escuadra de Marcelo Bielsa.

Si bien los dirigidos por el rosarino vienen de un histórico triunfo frente a la selección argentina, el match contra los dirigidos de Vicente del Bosque es un paso adelante en cuanto a partidos preparatorios se refiere.

España, actual campeón de Europa, es uno de los conjuntos que demuestra mayor compenetración dentro de la cancha en el mundo. Además posee individualidades rutilantes dentro del circuito europeo. Jugadores como Xavi Hernández, Fernando Torres, David Villa o Carles Puyol son fundamentales en sus respectivas escuadras (de primer orden, por cierto).

Y es que el cambio que Bielsa ha planteado la actividad es profundo, tanto dentro como fuera de la cancha. También podríamos ir un paso más atrás y darle el crédito del buen momento nacional a Harold Mayne-Nicholls, quién ‘apostó’ (¿era Bielsa una apuesta?) por una reforma profunda al alicaído fútbol local, pero ese es tema para otra discusión.
Por fin quedaron atrás los amistosos contra Armenia, Honduras y Nicaragua. Hoy tenemos el gusto de ver a La Roja frente a selecciones de verdad (sin desmerecer a los combinados antes mencionados, pero su fútbol difícilmente merece esa distinción).
Turquía, Israel (sí, amigo. Israel viene en franca alza hace dos años).

Quería escribir sobre lo netamente futbolístico, pero creo que las profundas modificaciones que se están llevando a cabo dentro de la sede de Quilín merecen algunas palabras.

La selección nacional, hoy por hoy, emociona, alegra e ilusiona. ¿Hace cuánto tiempo esto no ocurría? Desde 1998. Cuando llegamos a Francia, cuando jugábamos bien, aunque no se haya logrado triunfo alguno. Pero ilusionaba, gustaba.

Más allá del resultado que la selección chilena obtenga en El Madrigal, más allá del equipo que Bielsa disponga dentro de la cancha y más allá de los convocados a esta aventura ante la que en la actualidad es la mejor selección del planeta. Debemos, como país deportivo, estar felices, secretando millones de endorfinas futboleras.
No sé si estará de acuerdo conmigo, querido lector. No importa mucho el resultado. Quedará en un anecdotario polvoriento. Utilizado, quizás, por algún periodista deportivo en algunos años más para obtener estadísticas y datos de cuando jugamos contra los campeones de Europa, al igual que en el 2003 frente a Francia en la despedida de nuestro gran Iván Zamorano.

Momento. El resultado servirá en la medida de cuán positivo sea éste. Si perdemos, no pasa nada. Sin especulaciones de renuncias, sin acusaciones de ‘pechos fríos’ ni mucho menos la pérdida de las esperanzas alcanzadas en las Clasificatorias (olvídense los partidos contra Brasil, Ecuador y Paraguay).
Vuelvo a tocar el tema de los cambios. Por primera vez, en una década, jugamos tranquilos, sin presiones ulteriores.
Se ha repetido, hasta el cansancio, que ‘la pega’ de Bielsa es llevarnos Sudáfrica. Más allá de meternos entre las 32 escuadras participantes del cuadro final, lo del rosarino es un tema de actitud, de rectitud, de aptitud (sí, aptitud. Carmona volanteando por la derecha. Potencia aptitudes).
Antoine de Saint-Exupéry lo dijo en ‘El Principito’. Lo esencial es invisible a los ojos.